ENTREVISTA A GUILLERMO GIL, TITIRITERO

«El teatro es una forma muy viva de contar historias, sencillamente porque es algo que ocurre en directo»

Dirige la compañía de títeres Tropos Teatro, de Madrid, y una una librería especializada en teatro de títeres, Planeta Títere. Desde este universo fantástico, Guillermo Gil nos cuenta sus experiencias con esos seres inanimados que cobran vida en sus manos y despiertan nuestra parte más humana.

¿Qué tienen los títeres que enganchan tanto al público infantil?
Lo mismo que atrae a muchísimos adultos. Los títeres son personajes muy cercanos porque vienen del mundo del juego y de los juguetes. Son traviesos, rebeldes, juguetones…, despiertan la imaginación, la curiosidad y todo eso siempre es muy atractivo. Es curioso, porque cuando una persona, sea niño o sea adulto, coge un títere y le da vida, empieza a decir y a hacer cosas que guarda en su corazón pero que nunca se atreve a decir ni a hacer. Es esa magia la que los hace irresistibles.

1-guillermo-tropos

Después de una representación, el público infantil suele acercarse a conocer a los títeres y a quienes los manejan, es un mundo que les suscita mucha curiosidad ¿Qué les preguntan?
No suelen ser muy preguntones. Se acercan a saludar a los títeres, a hablar con ellos, a darles besos. Para ellos son personajes vivos. Aunque vean cómo los mueves, para ellos son seres tan vivos como tú o como yo, tanto que a veces, después de llevar un rato hablando con el personaje, de repente se paran y se dan cuenta: “¡Anda, pero si lo mueves tú!”. Por eso no suelen preguntar, van a hablar con ellos, a decirles que vaya aventura han pasado, que no sean tan traviesos…, pero no necesitan saber más.

Se entregan de lleno a la fantasía.
Y uno podría pensar: “¡Qué simples son los niños! ¡No darse cuenta de que los mueve el señor!”. Pero los adultos somos aún más simples. Una vez, trabajando con títeres para televisión, el director empezó a dar indicaciones a uno de los personajes que había en escena: “Ponte más a la derecha. ¡A la derecha! ¿Pero te quieres mover?”. Hasta que sacamos la cabeza por el teatrillo y vimos que le estaba dando las indicaciones al muñeco en lugar de a nosotros.

También las personas mayores somos vulnerables a la fantasía.
En más de una entrevista de radio en la que el periodista nos hace una pregunta, le planta el micrófono al muñeco esperando que responda. Los títeres son mágicos para todo el mundo.

Los cuentos clásicos suelen ser los preferidos del público.
Nuestro público está formado por padres y niños que acompañan a los padres, que son los que escogen lo que se va a ver. Los cuentos clásicos han marcado nuestra infancia, por lo que nos gusta que también pertenezcan a la infancia de nuestros hijos. Los niños van encantados al teatro con sus padres, si es a ver un cuento que conocen, mejor, que mejor, pero no tienen problemas para ver lo que les echen.

¿Por qué cree que nos gusta volver a ver esas historias una y otra vez, a pesar de que ya sabemos lo que va a pasar?
Al menos hasta cierta edad, a los niños les encanta ver una y otra vez la misma historia. Es más, la mayoría de los niños hacen repetir a sus padres el mismo cuento todas las noches; o les piden que les pongan la misma película una y otra vez. Disfrutan comprobando cómo sucede lo que ellos ya saben que va a suceder. Y cuando no es así, disfrutan corrigiendo la historia. Los adultos somos también como los niños. Cuando una historia nos gusta no nos importa verla una y otra vez. ¿Cuántas veces hemos visto Pretty Woman? Por otro lado, si nos dan a escoger entre dos espectáculos, escogeremos el cuento clásico. Porque con ver el título, ya sabemos lo que van a ver nuestros hijos. No tenemos que pensar si la historia les gustará o no, si la adaptación será de una forma u otra, son cuentos clásicos y eso es un seguro, no puede ser malo.

No hay sorpresas.
Sí las hay, porque aunque el cuento puede ser el mismo, cambia mucho la versión de una compañía a otra. Se podría hacer una programación entera de caperucitas rojas y nunca habría dos versiones iguales. Eso también es muy atractivo. Conoces la historia, pero no sabes cómo van a sorprenderte, cómo la van a contar.

¿Qué arquetipos, personajes y aventuras de hoy tienen más éxito entre el público infantil?
Los personajes traviesos, rebeldes, los que rompen las normas… Los personajes pueden seguir siendo los mismos de siempre, pero se han modernizado. Ya no hay princesas pusilánimes, ahora son todas de armas tomar.

¿Cómo empezó todo? ¿Cuál es su historia?
Empecé a hacer teatro de títeres para niños hace 24 años. Al principio como compañía amateur, con unos amigos del barrio, y desde 1998 como compañía profesional. Estudié Filología Hispánica y durante la carrera empezó a interesarme mucho la literatura infantil y la cuentística en general. Me parecía un tipo de literatura mucho más libre, fresca, divertida, donde todo era posible, donde había poesía incluso en lo cotidiano. Me parecía un mundo menos pretencioso que el de los adultos y por tanto más agradable. Un escritor para adultos siempre aspira a tener cierto reconocimiento. Cuando alguien escribe para niños, reconocimiento es lo último que espera.

¿Por qué ese gusto por la fantasía, por la representación en la infancia?
El niño aprende a través del juego y de la fantasía. Cuando juega, cuando imagina, se pone en el lugar de otro y va aprendiendo a solucionar los conflictos que surgen. En el teatro pasa lo mismo, ven una historia, les hace sentir, les hace pensar y a través de la historia van creciendo. Los adultos no nos damos cuenta, pero también tenemos necesidad de que nos cuenten historias y crecemos a través de ellas. Y el teatro es un medio muy potente para contar historias, sencillamente porque es algo que ocurre en directo.

Susana Santolaria