ENTREVISTA AL TENOR CELSO ALBELO
“El binomio actuación y voz es lo que hace que una noche sea más o menos mágica, eso lo cambia todo”
Celso Albelo se ha convertido en la voz lírica española con mayor proyección internacional ¿Qué tiene este canario para enamorar a los públicos más exigentes? Su interpretación del aria «Una furtiva lágrima», consiguió arrancar efusivos bises en varias ciudades europeas en la última temporada de Ópera. Y continúa su carrera imparable: el tenor tiene ahora una cita con la ABAO en el estreno de la nueva temporada de ópera bilbaina interpretando a Gennaro en la obra: Lucrecia Borgia.
Bel canto o interpretación del canto, o las dos cosas si es posible.
Yo creo que la ópera es un espectáculo total. Es decir, en la ópera hay un montón de circunstancias que ayudan a expresar un sentimiento. Actualmente, se pide que el cantante sea mas completo, no solo en su técnica vocal, sino también actoral. El binomio actuación y voz es lo que hace que una noche sea más o menos mágica, eso lo cambia todo. Y no sólo por tu interpretación del personaje, también por cómo interactúas con los demás, es un trabajo de equipo.
¿Los registros vocales son limitantes?
No pasa nada si tienes limites vocales, pero tu rango vocal lo tienes que desarrollar al máximo y poder hacer piruetas en él. Ser mezzo o soprano no quiere decir que seas más o seas menos. Todo lo contrario, eso es una característica que te hace único, y con esa manera que tienes de expresar el canto, tienes que dar algo más que los demás, algo diferente. Yo no puedo cantar el Otelo de Verdi, eso requiere un tenor con voz más baritonal y dramática. Yo soy un tenor lírico ligero, hago personajes más románticos, con un canto más etéreo.
¿Existía tradición operística en su familia?
No. Yo vengo de una familia muy humilde. Mi madre es ama de casa y mi padre, taxista. En casa no se escuchaba ópera. Yo creo que lo importante es la curiosidad y la curiosidad nunca ha sido elitista. Si me dejas que te diga algo, es quizá todo lo contrario. Te diré cómo ocurrió, un día llego a mis manos un disco de ópera, lo escuche y me dije: me gustaría escuchar esto en directo. Pude hacerlo y me enamore. Nunca había visto nada igual. Tenía 19 años. Eso de ver a los violines moviendo el arco a un tiempo, todos para el mismo lado… ¡si son cuarenta y van todos igual!, pensé.
Pero eligió ser cantante en lugar de músico.
Porque me di cuenta de que yo tenía otro instrumento, la voz. Me gustaba tanto el canto que empecé a compaginarlo con mis estudios de Historia del Arte. A medida que iba avanzando en mi desarrollo vocal, fui dejando mi otra pasión, la Historia. Y, así, poco a poco, llegué hasta donde estoy hoy.
Hasta despuntar en el panorama internacional de la ópera.
Bueno, antes de despuntar pasé por el conservatorio de Tenerife, luego me trasladé a Madrid y después viajé a Italia para estudiar en Buceto. Allí, tuve la suerte que me escuchara uno de los cantantes más famosos del momento, Leo Nucci, un mito viviente de la ópera.
Y luego se convirtió en un artista reconocido, ¿que se necesita para dar ese salto?
En mi caso, tuvo un papel muy importante mi trabajo en el teatro de Zurich, que fue una de las cosas más importantes que hice en mis inicios. Después, canté muchísimo en Italia, en Francia… Luego vinieron el Premio Ópera Actual al mejor cantante revelación, el Premio al Mejor Cantante Masculino de la temporada española 2011-12, y más tarde me dieron una serie de premios que me han hecho ser un poco más conocido.
¿Cómo aceptó la familia su decisión de dedicarse a esta profesión?
Al principio cuando dije a papá y a mamá eso de quiero ser artista, me miraron con cara de: …¡qué me estas diciendo Celsito! Pero lo cierto es que respetaron mi decisión, ellos siempre me han apoyado. Una de las mayores satisfacciones que me ha dado a mí la opera no son los bises ni los premios, es la cara de orgullo y satisfacción que cuando salgo a cantar veo en mis padres.
Es mucha la exigencia del público.
El público quiere la excelencia nuestra y está en su derecho de pedir. Pero lo que no podemos olvidar, bajo mi punto de vista, es que muchas veces los cantantes de ópera nos dejamos el alma ahí: al cansancio físico para amplificar la voz y al peso de los trajes que llevamos, hay que sumar el agotamiento emocional, porque te vacías ahí. Y con algunos personajes más aún. De hecho, a veces necesitamos esperar un poco antes de salir a saludar.
¿Cómo es el día a día del cantante de ópera?
Es complicado, tienes que hacer sacrificios como estar lejos de la familia. Yo que soy de isla, los isleños siempre tenemos –los gallegos lo llaman morriña y nosotros terruño– esa sensación de ganas de volver a la isla. Eso son cosas que no te enseñan en el conservatorio, te das cuenta de ello más tarde, cuando te haces profesional.
Es el precio que se paga por una profesión artística.
Sí, pero yo soy un tipo muy optimista, si me paro a pensar en el precio que tengo que pagar se me hace más complicado. Pienso que soy un tipo afortunado, que hace lo que le gusta e intenta disfrutar.
¿Y cómo lo ven los que están al otro lado, los que le esperan?
Cuando el cariño y el amor es desinteresado, cuando ves que la otra persona esta bien, eso te hace sentir bien, a ti y a todos los que te rodean.
¿Hay paro en la ópera?
Por todo el esfuerzo y la entrega que supone, los cantantes de ópera deberíamos de tener todos trabajo y una mínima seguridad. Pero no siempre es así. Algunos estamos un poco más tranquilos. Aunque esto es algo que puede cambiar de la noche a la mañana. Para resultar atractivo al mercado, hay que reinventarse constantemente.
¿Qué les diría a los jóvenes que sienten inclinación por el canto operístico?
Que lo intenten. Yo lo hice, porque no quería verme con cincuenta años preguntándome, por qué no lo intenté. Pero te debe encantar cantar, tienes que estar enamorado de esto. Yo me levanto cantando. Cuando estábamos esperando a nuestro hijo, lo primero que hacía por la mañana era cantarle a la barriguita… me daba patadas para que siguiera o me callara (risas). Por mucho talento que tengas, tienes que tener también disciplina y sacrificio. Además, necesitas tener buena dicción en los idiomas en que cantas, ser capaz de hacerlo con los pies para arriba, para abajo, y adaptarte a las salas, que son cada vez más grandes, las orquestas también… y la voz humana es la misma.
Susana Santolaria
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